Ahora que han sido propiamente advertidos, aquí está mi más reciente locura literaria:
Camina la Luna, por el negro tercipelo del cielo. Su pálida piel en armonía con la nívea blancura de su vestido blanco, cuyas mangas caen graciosamente, similares a las de un kimono. Con gentil sonrisa saluda a las estrellas, todas ellas pequeñas motitas blancas de color, cual si hubiesen sido una salpicadura de pintor sobre el firmamento.
Mira hacia la Tierra, tan distante de la bóveda celeste. El mar debajo de ella se agita, se embravece, se calma, sube y baja la marea mientras la Luna pasea su abanico de sombras por su rostro, moviéndose inquieta a un paso que a cualquiera que le mirase desde el suelo se le antojaría sereno.
Dirige la Luna su mirada al horizonte, aún más lejano que la playa. Hace una breve pausa, cual si sopesara algo en su mente. Finalmente, en un gesto a la vez de rendición y de esperanza, dice en un suave y hermoso tono:
"Pronto, muy pronto"
Sabe que llegará el amanecer, siente esa pequeña y ligera angustia de quien se ha retrasado. Cierra su abanico de golpe, lo guarda bajo su manga y se pone en marcha. Mira hacia atrás brevemente, tomando aire y continuando su camino. Sabe que nada va a cambiar que no sea ella, ligeramente indecisa por naturaleza. Sabe con anticipación lo que sucederá y cómo... y sabe no podrá evitarlo. Sabe ahora que nunca pudo hacerlo.
Sonríe para sí misma mientras una tímida lágrima resbala por su mejilla para ser tomada por el aire, quien se la lleva lejos.
"Hasta que nos volvamos a ver, entonces."
A su paso la vida renace, la actividad regresa a la normalidad. La oscuridad que rodea su serena presencia se marcha para dar paso al nuevo día. En su retirada se inclina un poco hasta alcanzar a rozar una flor más bella, delicada y elegante... una que solo la busca a ella, pero que no siempre florece o la saluda. Comparada con aquella alguna otra planta pequeña y tosca, es un regalo de los dioses. Entonces sonríe para sí misma, reafirmada en lo especial de su dominio, y finalmente de va, rodeada por las sombras que le acompañan siempre, solitaria y hermosa, nostálgica y serena, musa y diosa, elegante dama y señora, tímida y enigmática...
Sonríe porque sabe que no hay reemplazo para su esencia, ni lugar alguno que le pertenezca que pueda ser robado, se alegra porque sabe lo que es suyo, y de nadie más.
"Anda Sol, vive orgulloso y deja que te adoren... mientras puedas. Al final, llegará el día en que cubra tu rostro y tu luz... y el mundo renovará su temor y su asombro. Hasta entonces, vive en la alegría y la actividad, disfruta del tiempo y la seguridad que te queda... pues una vez que miras en la oscuridad, ya nada es igual."
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