Hoy me he sentido... al igual que mi Luna... Azul.
Lo cual en términos de la cultura anglosajona quiere decir: Deprimida.
Ni siquiera ha pasado una semana desde que Él salió de mi vida... y ya he hecho un drama como si hubiesen pasado meses o años desde entonces.
Salí a caminar... y entre mis pasos solitarios comencé a pensar.
De dónde salió tanto dolor?
La respuesta llegó a mí, poco a poco.
Y resulta que esto que tengo no es ni reciente ni nuevo.
Todo comienza hace muchos años (como 10 años en realidad), cuando mi familia -que era mi mundo entero- comenzó a desmoronarse.
Falleció inesperadamente mi tía Male, y exactamente un año después, mi Abuelo. La muerte de él fue la pérdida de mi protector más grande, de la persona que más me amaba, de quien me protegía de todo y de todos, sin importar nada.
Y me sentí entonces, por primera vez en mi vida, verdaderamente sola y abandonada.
En verdad fue difícil aquella época. Estaba a la mitad de mi prepa, mis padres se separaron y me fui a vivir con mi madre... incluso me tuve que separar de Manchas, mi amada perrita mascota.
Los problemas económicos no se hicieron esperar.
Y durante la tempestad, lo que de alguna manera me mantuvo anímicamente a flote fueron los grandes y valiosos amigos que hice entonces, tanto de la escuela como en Comunidad X.
Aunque no todo dura por siempre.
Poco a poco vi cómo todos mis amigos salían de sus problemas, tanto familiares como económicos, y poco a poco hacían sus carreras, trabajaban e iban haciendo sus vidas. Muchas de mis amigas más cercanas se casaron, y luego el trabajo me alejó de mis amigos más cercanos.
Me fui quedando rezagada, por mi limitado éxito profesional... no pude ir con mis amigos a muchas fiestas, siempre tenía que andar sufriendo porque no tenía tanto dinero ni tanto apoyo de mi familia -pues no se podía entonces- para mis proyectos, y poco a poco me fui amargando.
Lo que me mantuvo entonces un dejo de felicidad y una sonrisa en el rostro -sin olvidar que también se volvió en mi motivo para seguir adelante- fueron mis amores.
Pero a ninguno debía yo ponerle las muy pesadas cadenas de ser mi todo.
Estuve tantos años resentida con la vida por mi falta de éxito... que no me dí cuenta cuánto me había amargado... hasta hace poco.
Y tampoco había visto el enorme costo que tendría ser así.
Siempre me quise hacer la fuerte, pensar que podía llegar a no necesitar de nadie en ningún sentido. Creí que de esa manera me defendía de la injusticia que el Universo había cometido contra mí dándome una carga tan pesada y tan distinta a la de los demás.
Me defendí de todo y de todos. Hice mucho daño.
Y aún cuando quería darme cuenta y recapacitar... no lo entendía.
Tuve la enorme fortuna de tener a mi lado a mi Kumo. Mi gran amor. Él fue siempre mi escudo contra el mundo. Él estuvo allí conmigo, para nadar juntos contra la enorme corriente del mundo.
Y sin pensarlo, poco a poco se volvió parte de todos los cimientos de mí y de mi mundo.
Aún cuando nuestra relación tuvo problemas y quise protegerme de la inminente despedida... fué tan solidario, tan amoroso, tan protector... fue tanto lo que se convirtió en mi compañero, mi mejor amigo, mi amante, mi todo... que olvidé que podría marcharse un día.
Creí que estaría bien ser soberbia con el mundo y cobrarles cada lágrima que había derramado, y si al final me quedaba sólo él... yo estaría bien.
Pero el Universo tenía otros planes para mí.
Ahora que se ha ido, comprendo un poco la enorme magnitud que tiene el daño que he provocado con mis acciones a tantas personas que me quieren. Los he usado, maltratado, traicionado y mil cosas horribles más.
Y ahora comprendo, en suma, el gran dolor que les causé... porque de alguna manera puedo sentirlo.
No todo lo he perdido. De alguna manera milagrosa, he conservado algunos amigos que me han mostrado un apoyo que no esperaba, después de todo lo que les hice.
Y también me hice mucho daño.
Me descuidé, demasiado. Me enfurruñé contra el mundo por todos mis fracasos, y me encerré en una cajita llamada Internet, para no salir. Pensé que no necesitaría nada del mundo y sólo salía de mi caja para verlo a Él.
Y me doy cuenta ahora que Él, con todo el amor que me dió, no merecía que yo me hubiera descuidado tanto, que le entregara a una Gabriela tan maltratada y amarga, por mucho que lo amara.
Me detuve en seco. Me negué a avanzar... y me rezagué incluso de su vida.
Perderlo fue la gota que derramó el vaso... y la que rompió esta máscara de piedra que había robado el rostro de la persona que hace tanto quise construir. La que sería la mejor persona posible para cuando encontrara al amor de mi vida.
Y en verdad no quiero perderlo. Ni siquiera quiero pensar en haberlo perdido.
Me aferro a aquella posibilidad remota en la que aún puedo arreglar todo el daño que hice. A todos... y a mí. Y de paso a nuestra relación.
Me niego a creer que tanto amor, tantos recuerdos, tantas experiencias y sueños compartidos hayan sido en vano.
Quiero rescatarlo todo.
Y ahora que me siento tan perdida, tan abandonada de nuevo a mi suerte, al menos me doy cuenta de que en verdad poseo el poder para cambiar mi mundo y mi futuro.
Sé que hay un futuro en alguno de los caminos de mi Destino que me lleva a Él, a cumplir esa bonita ilusión que tenía cuando veía a sus papás, juntos a pesar de tantos años, conviviendo serenos, en paz, tranquilos y contentos.
Siempre quise algo así de lindo para nosotros.
Sé que lo único que me permití querer era nuestra relación. Y el recuperarla es un motivo muy fuerte para este cambio que estoy haciendo en mi vida.
Paso a paso, un día a la vez. Cambiando un detalle cada día, haciéndolos buenos hábitos. Rescatando a la Gabriela que hay en mi interior, la que encerré debajo de tanta ira. Una mujer por demás hermosa, radiante, creativa, generosa... una persona hecha de amor, en el sentido más universal de la palabra.
Quiero reconectarme con el mundo que dejé de lado. Sanar las heridas que causé. Pedir perdón y compensar a todos a quienes les hice daño.
Me tomó 10 años sumirme en este profundo abismo. Espero no me tome tanto tiempo salir de él y brillar, florecer... ser la maravillosa persona que estoy destinada a ser.
Y quisiera que entonces, si este amor sobrevive... hacerlo realidad, para una fecha sin final, hacerlo infinito.
Y es que pedí por tanto tiempo conocerlo... que ahora que sé quién es, no quiero perderlo.
Esta gran lección de humildad tiene que servirme de algo. Y recuperarlo sería un premio que me dejaría sin palabras, más que de agradecimiento.
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